En el contexto actual de Puerto Rico, el panorama para los envejecientes plantea serias interrogantes sobre la dignidad en su vida cotidiana. Con un salario mínimo necesario para subsistir que supera los $1,800 al mes, contrastado con la vecina República Dominicana, donde el costo de vida oscila entre $338 y $606 mensuales, la disparidad resulta alarmante. En la isla, los beneficiarios del seguro social apenas reciben alrededor de $1,013 al mes, cifra que coloca a los envejecientes bajo el umbral del ingreso mínimo requerido para una vida digna. 

   La realidad es contundente: vivir en Puerto Rico es cada vez más costoso. El aumento constante en el costo de vida junto con legislaciones que parecen beneficiar principalmente a los sectores más pudientes sumerge a los puertorriqueños en un mar de deudas y dificultades financieras. Para quienes han alcanzado la edad dorada, se esperaría que sus preocupaciones se centren en cuidar su salud y disfrutar de los frutos de su labor, sin embargo, la realidad es distinta. 

   Los datos son reveladores: en 50 municipios de la isla, cuatro de cada seis hogares albergan envejecientes. Esta creciente población de mayores de 65 años se encuentra en una situación de desamparo y vulnerabilidad. Frente a este panorama, surge una pregunta inevitable: ¿están los envejecientes de Puerto Rico viviendo una vida digna? 

   La respuesta no es sencilla. Aunque se han implementado programas y servicios dirigidos a esta población, la realidad económica y social del país plantea desafíos significativos. Es imperativo que se tomen medidas concretas para garantizar que los envejecientes puedan vivir con dignidad, accediendo a servicios de salud adecuados, vivienda asequible y seguridad económica. Solo así se podrá asegurar que la edad dorada sea verdaderamente un período de bienestar y disfrute para todos los puertorriqueños. 

 Necesitamos un sistema solidario y digno para nuestros envejecientes! 

 

Share This

Share this post with your friends!

Skip to content